Respuesta: Dr Germán Stemmelin
La siguiente es una historia verídica, acontecida en un país real de nuestra América. En ese país, los medicamentos se pueden comprar sin recetas en las farmacias. A medida que los casos y muertes crecían de manera exponencial, particularmente en una ciudad, los habitantes con mayor recurso económico se “stockearon” de drogas aparentemente efectivas contra el COVID-19, llevando por ejemplo, al desabastecimiento de hidroxicloroquina para los pacientes reumatológicos. ¿Cómo se había enterado la población sobre los efectos beneficiosos de la droga? A través de los medios, desde luego.
Desde el inicio de la pandemia y ante la falta de un nuevo tratamiento específico y de “la vacuna” en particular, la medicina ha recurrido a drogas aprobadas para otras enfermedades. Todo médico conoce las etapas que debe sortear una nueva indicación para llegar a los pacientes de vida real. Pero hoy, no hay tiempo y aquellos pasos son salteados en un intento de salvar vidas. Nada de esto puede ser cuestionado, según mi personal punto de vista.
¿Entonces, está todo bien? No. Es correcto que los médicos tratantes prueben drogas, basados en fundamentos teóricos o experiencia previa más o menos extrapolable. Pero, es incorrecto, peligroso y temerario difundir por medios masivos resultados que no han sido publicados, ni siquiera en breves series de casos.
¿Son éstas las famosas fack news? No lo creo. Más bien parecen responder a una necesidad de encontrar y trasmitir esperanza a un mundo que mira atónito como el virus se expande y el porcentaje de letalidad se mantiene estable. Aún así, citando a Albert Camus: Las buenas intenciones pueden hacer tanto daño como la malicia, si carecen de entendimiento.